Hay tres aspectos en los que el pueblo danés es implacable. Del primero ya he hablado por aquí: la caja de los supermercados

El segundo son las mochilas. No esperes ni por un momento que se la quiten al subir al bus y la dejen en el suelo. Jamás. Van a lo suyo y se girarán sin ningún miramiento, haya ancianos, niños o quince personas más en el pasilo. Es cosa tuya afinar los reflejos y esquivar los golpes. Lo mismo pasa con las bolsas de la calle en las aceras. Es una prolongación de su espacio y no te queda otra que lidiar con ello.

El tercero es el de las bicis. Cuentan con prioridad absoluta tanto frente los coches y los peatones. Se paran en los semáforos pero… a nada que te descuides, se lo saltan, haya peatones cruzando o no. Donde más se nota es en la subida y bajada del autobús. En muchas paradas, el carril bici está ente la acera y el autobús, así que cuando el autobús para, se establece un duelo de voluntadoes entre los pasajeros que quieren entrar y salir y los ciclistas que quieren seguir su camino. Al final es casi un juego de “gallina” donde el que primero muestra dibilidad, pierde.