Me ha tocado visitar unos cuantos supermercados, y he visto algunas cosas que me han llamado la atención:

  • Se pirran por el agua con gas (vand med brus), y presumen más de su agua que los madrileños, hasta el punto de que es relativamente complicado encontrar agua sin gas. Que la hay, pero es como buscar una aguaja en un pajar. A veces ni siquiera indican lo de “med brus” en la botella y llegas a casa cargado de esperanza e ilusión que desaparecen al girar el tapón y escuchar el dañino psshhhhhhhh con el que el agua gaseosa anuncia su toxicidad.

  • “Filete de contramuslo” se dice kyllingelårfilet y esto es muy importante para mí. (Gracias, Laura)

pollocontråmuslofilete

  • Aunque hay varios formatos para el queso, el más habitual es el ladrillo de entre tres cuartos y un kilo, que lo mismo te vale para alimentar una familia, que como tope de puerta o pisapapeles.

  • Los huevos los guardan siempre refrigerados. Parece que hubo un problema de salmonelosis en algún momento y decidieron cortar por lo sano.

  • Hablando de salmón, no hay tanto como yo pensaba y el pescado fresco brilla por su ausencia, suelen tener bandejas con filetes pequeñitos a precios desproporcionados. Eso sí, los arenques en salsa, en cantidades industriales.

  • Siguiendo con los refrigerados, casi toda la leche de vaca es pasteurizada, por lo que tiene una fecha de caducidad muy cercana. De momento no he encontrado leche UHT, y rompe mi dinámica de comprar dos briks y tenerlos un mes en la despensa.

  • Hay muy poco pan con corteza crujiente, casi todo es de molde con diferentes grados de densidad. Ojo, que tienen unas barras que imitan el pan de corteza, pero que al tocarlas disimuladamente (¡con guantes!) te llevas una desilusión mayor que la del agua con gas.

  • Los daneses se vuelven loquísimos a la hora de poner los productos en la cinta de la caja registradora. Según pones el último producto, tienes que poner el plastiquete de separación en menos de 450 milisegundos o te empiezan a mirar mal y a ponerse nerviosos. El cajero, en el momento que llega uno a su poder, lo lanza por un carrilito (al plastiquete, no al danés) para que llegue hasta la siguiente persona.

que no la toque ni el viento