Me alojo en la clásica casa de Copenhague: un cuarto piso sin ascensor (y son techos altos) Me mola que haya que descalzarse y que los tablones del suelo crujan, que todo sea madera un poco en bruto. La casa es súper luminosa, y eso es genial… hasta que amanece implacablemente a las seis de la mañana y las cortinas no te quitan ni medio fotón.

La distribución suele ser: dormitorio lo más grande posible, salón con cocina integrada y baño diminuto con ducha + lavabo + water en dos metros cuadrados, con desagüe en el medio. Si tienes suerte, una cortina de ducha separa la ducha del lavabo + water. Si no… pues a tratar de salpicar lo menos posible. Eso sí, luego te puedes subir a una plataforma de madera para no pisar lo duchao (o al menos, creo que la plataforma es para eso) Aviso: si estás sentado en el water y estornudas, es muy posible que te abras la cabeza contra el lavabo. Ah, y otra cosa que me encanta: siempre que pueden, la casa incluye una terracita con plantas, mesa, sillas y mantitas.

Sólo hay una cosa que me preocupa, y si acaba sucediendo, el grito se va a escuchar en Madrid. Las habitaciones están separadas unas de otras por un tablón de madera elevado, al que yo llamo “el tablón traicionero”, porque sé que un día me voy a romper un dedo contra él.

el tablón traicionero

Curiosidad: las dos puertas de la izquierda dan a la misma habitación.